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domingo, 21 de agosto de 2011

Ruta de los Molinos, la Asturias profunda


La ruta de los Molinos, ideada por el Ayuntamiento de Ribadesdella, es una reliquia para quien quiere adentrarse en lo más profundo de Asturias. Está considerada de dificultad media por las cuestas del trayecto, de un desnivel de 321 metros, y los 12 kilómetros de que consta en total. La ruta comienza en Cueves, pueblo conocido por la famosa Cuevona, una enorme gruta que da acceso al pueblo. A partir de aquí la ruta está señalizada con el símbolo de ruta de senderismo, por lo que no hay pérdida. El ruido del correr del Sella acompaña al caminante durante unos kilómetros, que se van haciendo más duros según se va avanzando: la tierra húmeda por la que se pisa, las cuestas y la vegetación cada vez más cerrada hacen que uno se sienta parte de la naturaleza que observa.

Y así es: parar a contemplar el primer molino obliga a percatarse de la belleza del lugar. El valle alberga muchos habitantes, de diferentes especies animales, la mayoría escondidos. Pero ahí queda el molino, quieto. Dejando pasar el agua, sin trabajar. Porque estos molinos no hace mucho que se usaban. El agua empujaba unas palas que generaban un movimiento que, a su vez, impulsaba a una piedra de moler maíz, trigo o lo que fuera necesario en ese momento.

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A lo largo del camino se encuentran más molinos de este tipo, pero sólo hay uno que funcione. Aún así no se usa para su labor original, pues está dispuesto para ser mostrado al público como la última reliquia en pie de la ruta.

Pasando este valle, la pista asciende hasta alcanzar el caserío de Tresmonte. Este pueblo fue lugar de nacimiento de Manuel Fernández Juncos, defensor del español en Puerto Rico frente al avance del inglés. Y ahora es lugar de vivienda de una sola persona: su nombre es Isaac Bonifacio Caravia, más conocido por «Boni».


Natural de Caravia, hace más de veinte años que vive en Tresmonte y unos cuatro que es el único habitante del pueblo. «Sigo siendo el alcalde de Tresmonte, nadie tiene problemas para votar y elegir a otro», dice. Su sentido del humor asombra: es una persona agradable y simpática. «Me encantan los caminantes que vienen a la tura de los Molinos», afirma.


Sus vacas son los seres que más cuida, junto a sí mismo. «No hay quien me cuide, tengo que hacerlo yo solo», indica. Aún así, su presencia es la de un hombre feliz, contento, aunque por dentro tenga sus tristezas. «Es duro vivir en un pueblo aquí solo», se lamenta, «pero tengo muy buenos amigos en Ribadesella y en Castañeu». Además, en verano hay alguna familia por la zona, lo que le alegra mucho durante unos meses: «tengo unos vecinos temporales que son de Irlanda y nos entendemos con señas. Yo cuando saco la sidra... Él ya lo entiende. Ahí no hacen falta palabras».

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A Ribadesella va todas las semanas a hacer algunas compras y empaparse del tránsito urbano. Asegura que se siente como un riosellano y, de hecho, «si pudiera, me gustaría vivir en Ribadesella; pero hace falta dinero. Yo aquí con poco dinero vivo bien, pero allí... Los alquileres son muy caros».

Este hombre, que se dice de sí mismo que es como un niño, está dejando huella de su existencia. Aparece en el libro de rutas del concejo de Ribadesella como alguien a quien hay que conocer como parte de la ruta de los Molinos, y también ha sido la base de inspiración para un libro del madrileño Luis Miguel Díaz: Los Eremitas de Henarejos y otros cuentos.


Diciendo adiós a Boni, se retrocede por la pista que se llegó a Tresmonte. Aquí existen varios caminos posibles. El primero, cogiendo la desviación a la derecha: se desciende rápidamente hacia el pueblo de Cueves. El segundo, el más recomendable por su belleza y comodidad, es el que sigue la carretera, que también lleva de vuelta a Cueves. Con esta segunda opción se asciende un par de kilómetros sobre el Collado Moru, desde donde se contemplan unas vistas panorámicas de la costa de Ribadesella impresionantes.

La ruta finaliza atravesando la Cuevona, otro lugar enigmático y digno de observar detenidamente para descifrar sus formas. Es al final, al ver la luz, cuando se puede decir que la ruta ha acabado.
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La ruta comienza en el pueblo de Cuevas, siguiendo la pista que nos conducirá hasta el caserío de Santiago. Cruzamos éste hacia el fondo, por donde discurre la Riega de Tresmonte. Siguiendo el arroyo, nos adentramos en un valle estrecho y muy frondoso, salpicado de molinos harineros, algunos en avanzada ruina, excepto el llamado Molino de Francisco, que se sitúa justo debajo del camino de la ruta y algún otro. Poco después del molino, el camino asciende para alcanzar la pista que conduce al caserío de Tresmonte. Este pequeño pueblo, hoy sólo habitado por una familia, es una buena muestra de la arquitectura popular de la zona, y conocido por haber sido lugar de nacimiento de D. Manuel Fernández Juncos, defensor del español en Puerto Rico frente al avance del inglés.

Desde Tresmonte se retrocederá por la pista hasta encontrar una desviación a la izquierda que se seguirá hasta encontrar otro cruce. En este lugar deberemos decidir por una de las dos variantes:

Opción 1: desviación a la derecha: se desciende rápidamente hacia el pueblo de Cuevas.

Opción 2: hacia la izquierda se asciende hasta el Collado Moru, desde donde se pueden contemplar inmejorables vistas panorámicas de la costa de Ribadesella y su entorno, así como una parte importante de los Picos de Europa.

Se continúa por la derecha siguiendo una senda trazada sobre el mismo borde del monte hacia el Picu Moru y el cortafuegos trazado sobre la vegetación, por donde se hará el descenso hasta conectar con una pista que, con su trazado en zigzag, nos conducirá hasta otro cortafuegos horizontal que seguiremos hacia la derecha hasta encontrar una senda que, en dirección derecha, conducirá a través de un bosque hasta Cuevas.
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