Patrimonio Industrial nacional e internacional

PATRIMONIO INDUSTRIAL - INDUSTRIAL HERITAGE - PATRIMOINE INDUSTRIEL

martes, 10 de mayo de 2011

“Cuatroaguas”. Cuatro propuestas para conocer espacios donde el líquido elementos es protagonista del paisaje.

Propuestas de excursiones en Murcia.
Insípida, inodora e incolora. O puede que no tanto. El agua, siempre escasa en esta región, se convierte en el hilo conductor para descubrir cuatro espacios (al alcance de todos) donde el líquido elemento adquiere el papel de protagonista, para contar buena parte de nuestra historia.
Agua dulce. A 12 kilómetros de la capital murciana, cauce arriba del Segura, surge el paraje de la Contraparada. Este es el origen de la huerta de Murcia, pues es aquí donde nacen las dos acequias mayores (Aljufia y Alquibla) que alimentan los 500 kilómetros de canales construidos para regar las hortalizas y cítricos de la extensa vega. El río se remansa en la misma presa que ya utilizaron los árabes para derivar el agua hacia los cultivos, y el paraje se convierte en un humedal donde contemplar ánades, fochas y garzas, entre fincas de limoneros. La zona ha sido acondicionada por la Confederación Hidrográfica del Segura como un nuevo lugar de esparcimiento público. Han construido miradores, sendas y puestos para el avistamiento de aves; también se han colocado bancos y juegos infantiles, para una agradable jornada de picnic en un remanso de paz. El carril bici que parte del Malecón lleva directo hasta este vergel. Si opta por el coche, tome la autovía hasta la salida de Javalí Nuevo.
El Segura, imagen de la noticia
Agua salada. Las charcas saladas representan el alma del parque regional de las Salinas de San Pedro del Pinatar. Cualquier época del año es buena para disfrutar de este espacio protegido, de 856 hectáreas. Pero es ahora cuando comienza la época de cría, y por lo tanto la visita puede resultar más satisfactoria para toda la familia, porque es posible ver a las aves acuáticas que aquí se refugian correteando con sus camadas de polluelos. La mejor forma de acercarse al parque regional es con una primera parada en el centro de visitantes (avenida de las Salinas, teléfono 968 178 139), que abre de martes a domingo. A través de paneles y audiovisuales, el excursionista se hace una idea de la biodiversidad de este espacio natural, cuyas salinas ya se conocían en la Edad Media. Desde allí mismo parten sendas peatonales para recorrer las lagunas y disfrutar con la belleza y la gracia de garcetas, flamencos y cigüeñuelas. También puede coger el coche, siguiendo la carretera que lleva al puerto, e ir haciendo paradas en los miradores habilitados. Otra posibilidad es llegar hasta Lo Pagán, alquilar una bicicleta y seguir el camino hasta las encañizadas. Como verá, no hay excusas para disfrutar de este espacio vivo.
Agua de lluvia. Si hay un elemento que caracteriza las tierras del Campo de Cartagena son los aljibes. Estos depósitos de agua de lluvia han permitido la vida en una comarca marcada por la aridez. Hasta que en el siglo XX la red de agua potable se extendió por los núcleos rurales, los aljibes eran la principal fuente para dar de beber a las personas y el ganado. Una reciente investigación de Mateo Férez señala la existencia de 171 aljibes sólo en la cuenca del Mar Menor y destaca su valor como paisaje cultural. Para conocer el más monumental hay que desplazarse hasta Fuente Álamo. Junto al cauce de la rambla se levanta el llamado aljibón de Corverica, convertido por el Consistorio en un pequeño museo del agua. Se trata del aljibe más grande del Sureste. Cuenta con dos cúpulas: la mayor tiene 11,14 metros de diámetro y tres de altura. Podía almacenar casi 975 metros cúbicos; era una instalación comunal, para atender las necesidades de todos los vecinos, y también un punto de reunión y el centro social del pueblo.
Plaza del Agua, Fuente del Alamo. Imagen de la noticia
Para visitar su interior hay que concertar fecha y hora en el museo de Fuente Álamo, teléfono 968 10 32 51.
Agua de colores. Hoy la ruina y el abandono campan a sus anchas. Pero hace dos mil años, del coto minero de San Cristóbal-Los Perules, en Mazarrón, salía la plata que el poderoso Imperio Romano necesitaba para mantener sus continuas contiendas. El cerro volcánico se levanta a la entrada al pueblo por la carretera de Murcia, y está protegido como sitio histórico por los restos arqueológicos que atesora y por el patrimonio industrial que aún conserva de la segunda época dorada que vivieron las minas a finales del siglo XIX. En este paraje reseco y polvoriento, las escorrentías y los residuos mineros forman un paisaje misterioso y de belleza extraña, que atrae cada año a cientos de aficionadas a la fotografía. De hecho, ha sido el escenario para anuncios publicitarios y cortometrajes. Los arrastres de las lluvias forman en algunas de las antiguas balsas charcas de mil colores, por el efecto del sol y de los restos metálicos. Unos estanques tan bellos como contaminados.
Si se decide a descubrir este singular espacio, lo mejor es que pida ayuda en la oficina de turismo (teléfono 968 59 44 26) porque aventurarse por el coto minero (horadado como un 'gruyere' por galerías y pozos) es peligroso si no se sabe por donde se pisa.
Castillete minero de San Cristoba, imagen de la noticia
Laguna minera en Mazarron, imagen de la noticia

Paisaje minero de Mazarron, imagen de la noticia
Mas información La Verdad

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