Patrimonio Industrial nacional e internacional

PATRIMONIO INDUSTRIAL - INDUSTRIAL HERITAGE - PATRIMOINE INDUSTRIEL

martes, 19 de abril de 2011

Noticias del día sobre patrimonio industrial

Gijón
Los arquitectos ultiman el proyecto para Tabacalera
Aún no tiene financiación, pero el equipo de arquitectos que ganó el concurso para elaborar el proyecto que trasnformará la antigua Fábrica de Tabacos de Cimavilla en el Museo de Gijón está a punto de terminarlo. El proyecto, que llevaba por lema Elogio del farias , permitirá rehabilitar el antiguo convento y posterior fábrica, construir un nuevo edificio para los fondos del museo Nicanor Piñole y habilitar una plaza que conecte los dos inmuebles.
Fábrica de tabacos, imagen de la noticia
El proyecto prevé que el futuro complejo museístico abarque una superficie total de 12.023 metros cuadrados, de los que 9.623 metros cuadrados corresponderán al edificio histórico y 2.400 al de nueva construcción. Una vez terminado, el Ayuntamiento de Gijón estará en condiciones de analizar las posibilidades de conseguir financiación para materializarlo recurriendo a la Unión Europea, que en los próximos años tiene previsto impulsar las industrias culturales a través de inversiones estratégicas en los países miembros.
A la espera de poder iniciar este proyecto que lleva masticándose durante años, y que se vio retrasado por la aparición de vestigios arqueológicos en los terrenos de la antigua Tabacalera, el ayuntamiento ha sacado a licitación el contrato del servicio de vigilancia y seguridad de estas históricas dependencias para los próximos cuatro años. El plazo inicial del contrato será de dos años, prorrogables por otros dos más, con un presupuesto de licitación de 260.000 euros, sin IVA. Los dos primeros años se establecen en 153.000 euros.
La Voz de Asturias
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Málaga
Hace mucho que su poderío industrial se esfumó, pero la transición de Málaga como ciudad manufacturera a la urbe turística, tecnológica y de servicios que pretende ser en el siglo XXI aún no se ha completado. Y no lo habrá hecho hasta que los vacíos que dejó el ocaso de la actividad fabril queden cubiertos por otros elementos urbanísticos más acordes a esa nueva definición de ciudad. A vista de pájaro es fácil identificar las grandes cicatrices que ha dejado en la ciudad la desaparición de sus mayores infraestructuras industriales: los depósitos de Repsol, la Térmica, la fábrica de teléfonos Citesa, Confecciones Sur, la industria química del Amoniaco y los talleres de Hitemasa, entre otras.
El espacio que un día ocuparon aquellas industrias tan señeras está hoy baldío, transformado en enormes solares que, según la estación del año, ofrecen un aspecto embarrado, terrizo o herboso. Y no por falta de ideas sobre qué hacer con estos terrenos, pues sobre ellos están diseñados algunos de los proyectos urbanísticos que más podrían contribuir a cambiar la imagen de la ciudad. Pero los continuos retrasos en la aprobación del nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y, sobre todo, la crisis han congelado su desarrollo. Actualmente, la mayoría de las iniciativas para construir torres de viviendas, oficinas, hoteles o parques empresariales donde un día humearon fábricas están completamente en el aire.
El ejemplo donde más claramente se observa la nefasta conjunción de la mala coyuntura económica y las trabas burocráticas es el de las torres de Repsol. En 2006, el Ayuntamiento de Málaga firmaba el convenio urbanístico más cuantioso ligado al nuevo PGOU: un acuerdo con la promotora Comarex abría la puerta a la construcción de los primeros rascacielos de la ciudad -cuatro bloques con 1.300 viviendas- en los terrenos de los antiguos depósitos de petróleo, en lugar del gran parque que en principio se había proyectado. A cambio, el consistorio se embolsaría 82,3 millones de euros. Cinco años después, el PGOU sigue sin estar totalmente aprobado, al Ayuntamiento le faltan por embolsarse 70,3 millones y la situación económica ha cambiado mucho, demasiado. De hecho, la promotora del proyecto, que ya no es la misma que en 2006 -ahora lo lideran Caixa Galicia y el Grupo Dae-, ha pedido revisar la cantidad a pagar.
Diario Sur
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Pesquera (Cantabria)
El Museo del Camino de las Harinas
Desde que, en el mes de octubre pasado, fuese inaugurado el Centro de Interpretación El Camino de las Harinas, en la localidad de Pesquera, Cantabria puede enorgullecerse de disponer de una infraestructura museística de primer orden, en un ámbito cultural, el del patrimonio industrial y de obra pública, en el que no está precisamente sobrada de instalaciones de calidad.
No se trata, desde luego, de una infraestructura cultural de rango local, ni por su envergadura museística, ni por el ámbito espacial al que se refiere, pues bien conocido es que el corredor del Besaya (o "camino de las harinas", en denominación usual desde finales del siglo XVIII) ha venido desempeñando un papel vertebrador en el modelo histórico de industrialización de Cantabria y de articulación comunicacional de su territorio.
Como corresponde a una operación de calado, su proceso de gestación ha sido largo, trabajoso y complejo. El inmueble que la aloja, una macla de edificios que albergó a La Montañesa, una fábrica de harinas funcional hasta la década de los años setenta, fue adquirido por el Ayuntamiento en 2002, una vez que su maquinaria, sobre la base de gestiones muy personales de Pedro Hernández Cruz, lo fuese en 1990 por el Colegio de Ingenieros Industriales. Al filo de 1998, ambas instituciones sugerían su rehabilitación como sede de dos talleres agroalimentarios, en una parte, y como Museo de la Arqueología Industrial Molinera, en la otra. Con todo, y tras la inclusión de la maquinaria en la relación de bienes inventariados de Cantabria en mayo de 2003, el empujón final habría de llegar en 2005, cuando la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria, de la mano de su entonces responsable, José Ortega Valcárcel, decidiese acometer la restauración del inmueble (a cargo de Polanco y Díez, Arquitectos), al tiempo que, a través del Centro de Investigación del Medio Ambiente (CIMA), encargar al Grupo de Investigación en Geografía Histórica del Paisaje de la Universidad de Cantabria (en las personas de Alberto Ansola y José Sierra) la realización de una investigación monográfica acerca de la historia caminera y harinera del corredor del Besaya.
Tal pesquisa (publicada en 2007 por la Consejería bajo el título de 'El camino de las harinas: Geografía, Historia, Patrimonio') hubo de prolongarse en la redacción del proyecto museológico que, ya con Francisco Martín como consejero, Javier García Oliva como director general de Medio Ambiente y con María Luisa Pérez como directora del CIMA, acompañaría a las bases del concurso público para el desarrollo museográfico correspondiente. La empresa ganadora del concurso público al efecto, Empty, ha venido trabajando en ello desde entonces. Y he aquí cómo, tras una veintena de años de esperanzas, expectativas y trabajos, Cantabria dispone ya de una instalación de referencia en ese ámbito tan crucial como difuso que hemos dado en llamar patrimonio territorial.
El Diario Montañes
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Sevilla
Los almacenes de Las Razas, un patrimonio histórico por descubrir
El muelle de Tablada alberga uno de los patrimonios industriales más interesantes de Sevilla, lo que sin duda es una ventaja en el desarrollo de un proyecto atractivo para turistas y ciudadanos, pero también una responsabilidad que se debe tener muy en cuenta a la hora de intervenir en el espacio.
Como indica el especialista en patrimonio industrial y profesor en la Escuela de Arquitectura, Julián Sobrino, "cualquier proyecto tendrá que tener en cuenta el sentido unitario de las infraestructuras portuarias, desde el edificio de la Comandancia de Marina hasta el último de los almacenes de la avenida de Las Razas".
En concreto, en este espacio, destacan dos conjuntos de edificaciones: los llamados tinglados situados junto al río y la banda de almacenes que transcurren en paralelo a la avenida de Las Razas y que son bien conocidos por los sevillanos.
Los tinglados fueron diseñados por el ingeniero José Luis de Casso Romero para sustituir los barracones de mercancías realizados en madera que existían con anterioridad. Según las investigaciones de Sobrino, es una obra enmarcada en las reformas del Puerto de Sevilla realizadas entre 1909 y 1927, según proyecto de Luis Moliní, e iniciadas con la Corta de Tablada. Este muelle fue proyectado por José Delgado Brackenbury.
La construcción se inició en 1925 y se inspiran directamente en los antiguos tinglados del muelle de la Torre del Oro construidos y diseñados por Pedro Pastor y Landero en 1867. "Es una arquitectura de ingenieros de gran calidad tanto constructiva como ambiental, en una línea estructuralista de gran interés", indica Sobrino.
Los tinglados son un conjunto formado por diez grupos de naves triples (adosados de tres en tres) y sin cerramiento exterior. La estructura es de hormigón armado sobre pilotes de cimentación del mismo material, con cubierta de chapa ondulada. Los pórticos tienen 12 metros de luz sobre pilares de 7,5 metros de altura enlazados por un arco parabólico de 2,5 metros de flecha. Los forjados son de viguetas de cemento con voladizo al exterior sobre las que se articulan las armaduras de cubierta realizadas a partir de unas placas curvas de hormigón de 8 centímetros de espesor, tal como consta en la descripción de las fichas de estudio de Sobrino.
Respecto a los conocidos almacenes de Las Razas están íntimamente ligados a la Exposición Iberoamericana de 1929. De su diseño son responsables Vicente Tráver y José Granado de la Vega y llegaron a servir como pabellones a repúblicas americanas que no tenían medios suficiente para construir un edificio propio, algo así como la Plaza de América en la Expo 92. Eso sí, para su diseño se partió de la idea de que luego se reaprovechasen para la actividad portuaria, algo que indica la modernidad y el buen hacer de sus responsables.
Almacenes Las Razas, imagen de la noticia
Posteriormente, en 1938, los almacenes de Las Razas experimentaron una ampliación hacia el sur que corrió a cargo de José Buiza y Fernández Palacios, aunque esta vez se eliminaron (quizás por la precariedad en tiempos de guerra) las decoraciones cerámicas de Mensaque y las piezas de barro cocido que adornan las fachadas de los más antiguos.
Diario de Sevilla
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Vizcaya
Arte eléctrico
Sostiene el autor de las fotografías que usted mira que la central hidráulica de Proaza (43 años cumplidos) parece un museo de arte contemporáneo. Por fuera, con su hormigón clareado que imita a la caliza del paisaje y sus volúmenes triangulares, y por dentro, con murales en rojo, blanco y negro que representan campos magnéticos adornando la sala de máquinas donde se produce, gracias al agua que llega vía subterránea, luz para alumbrar al año 26.000 hogares. La electricidad que se hace en Asturias esconde mucho arte tras de sí. Es singular y único el caso de HC Energía. Todas sus centrales hidráulicas están catalogadas por su valor arquitectónico y artístico y una de ellas, la de Grandas de Salime -que comparte con Endesa-, declarada Bien de Interés Cultural Protegido y considerada por el Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial como uno de los cien elementos más destacados de España. Pero es que, además, dos térmicas, Aboño y Soto de Ribera, tienen también protección y la sede central de la compañía, en la ovetense plaza de La Gesta, está catalogada.
Detrás de tanto arte hay, fundamentalmente, tres nombres y un mismo apellido: Vaquero. El primero de la saga se llamaba Narciso Hernández Vaquero y fue socio fundador de la eléctrica asturiana, de la que fue presidente. Narciso alumbró dos hijas y un varón, Joaquín, que renunció al Hernández en su apellido y estudió Arquitectura en Madrid. Quiso ser un artista integral. Frecuentó la escultura y la pintura y dejó un importantísimo legado en lugares poco visibles pero, sin embargo, visitables, como son las centrales de la antigua Hidroléctrica del Cantábrico y actual HC Energía.
Imagen de la noticia
oaquín Vaquero Palacios (Oviedo, 1900, Madrid, 1998) tuvo un sueño integrador, quiso unir funcionalidad y belleza, quiso que en los espacios de trabajo, en los lugares en los que se genera energía, hubiera algo más que hormigón y máquinas, y también tuvo un hijo de nombre Joaquín que se unió al empeño pintando un mural de dimensiones casi estratosféricas bajo las aguas del río Navia.
Narciso, el padre, fue el artífice de la central de La Lila, aún en servicio y primera de la compañía, y Joaquín, el hijo, se encargó de la arquitectura de la que está considerada como la más espectacular de todas las hidráulicas, la de Salime. Lo es por un salto de 134 metros que coronan alas y miradores, por su diseño interior bajo el aliviadero de la presa, por los bajorrelieves que adornan su entrada y por el inmenso mural de la sala de turbinas que deja perplejo a quien lo observa con sus 60 metros de largo por 5 de alto y que pintó el tercero de la saga, Joaquín Vaquero Turcios, cuando solo tenía 20 años. No importa que la obra guste o disguste, en cualquier caso impresiona. Por la amplitud del espacio, por el ruido de las turbinas en movimiento y, sobre todo, por lo insólito de encontrar en un lugar en el que hoy trabajan diez personas semejante obra de arte.
El Correo

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